El pasado octubre se cumplió el 88 aniversario de la batalla de Cable Street, en el East End de Londres. En 1936, bajo el liderazgo comunista, los trabajadores británicos e inmigrantes rompieron las líneas policiales que protegían a los fascistas, frustrando eficazmente su intento de marchar y organizarse en los barrios obreros. En 2024, esta historia sigue siendo más relevante que nunca.
Una vez más, el fascismo está en auge, marcado por una oleada de ataques racistas y sexistas contra la clase obrera, guerras imperialistas, genocidio, ataques antimusulmanes, chivos expiatorios de los trabajadores inmigrantes, y el resurgimiento de movimientos fascistas abiertos con sus líderes tomando el poder en los gobiernos de EE.UU. y la UE.
Este verano, en el Reino Unido, el fascismo asomó su fea cabeza cuando grupos fascistas como la Liga de Defensa Inglesa, liderada por el matón antimigrantes Tommy Robinson, y elementos neonazis, organizaron un alboroto racista en el que quemaron a migrantes y trabajadores musulmanes. Afortunadamente, estos racistas se enfrentaron a cientos de trabajadores multirraciales y antifascistas en una batalla que duró seis días. Los trabajadores y organizadores antirracistas y antifascistas unieron sus brazos para proteger los refugios de migrantes y se defendieron de los fascistas.
Hace apenas unos días, un grupo de fascistas volvió a salir a la calle para celebrar una concentración en apoyo de sus cómplices encarcelados.
Una vez más, los trabajadores antirracistas y antifascistas se levantaron para dejar claro que el fascismo y el racismo no son bienvenidos. La única manera en que los trabajadores pueden derrotar el ataque fascista es reconstruyendo el movimiento comunista en todas partes -el único movimiento con un historial probado de detener al fascismo en seco- y aplastando al capitalismo de una vez por todas con la revolución comunista.
La organización de los rojos prepara el campo de batalla contra los fascistas
La constante organización antifascista dirigida por los comunistas a lo largo de muchos años condujo a la comprensión y el empoderamiento de la clase obrera. Esta batalla también demuestra que la clase obrera nunca debe ceder ante los líderes nacionalistas. Tanto la comunidad judía como la irlandesa y los líderes religiosos intentaron convencer a las masas de que no lucharan contra los fascistas, temerosos de «causar más problemas.»
Por 300 años el East End de Londres había sido punto de llegada de inmigrantes trabajadores pobres en Inglaterra. En el 1936, la población local estaba formada mayormente por judíos rusos y polacos, católicos irlandeses y trabajadores británicos. La mayoría de las calles estaban llenas de casitas construidas en el siglo 18 y con inodoros en la parte de atrás. Muchos trabajaban en los muelles cercanos y en pequeñas fábricas donde súper-explotaban a trabajadores de la costura, o en mercado al aire libre.
Entonces Sir Oswald Moseley y sus Camisas Negras — BUF o la Unión Británica de Fascistas — eran el mayor grupo fascistas de los que crecían en Inglaterra y en el resto de Europa.Tenían buenos nexos con Hitler. El grupo de Moseley envió fascistas comprometidos al East End para golpear y aterrorizar a judíos, buscando dividir a los judíos de todos los grupos inmigrantes. Llamaban a los judíos “tiranos de la banca internacional”. En las calles, los fascistas gritaban “maten los kikes” y “fuera con los yids” (términos despectivos para judíos). En medio de una gran depresión, el movimiento de Moseley crecía entre los desempleos, los trabajadores de cuello blanco y pequeños comerciantes.
La clase alta y gobernante del país financiaba al BUF.Algunos de los grandes diarios — el Daily Mail, Evening News y Sunday Dispatch—lo promovían. Hasta el recién coronado rey Eduardo VIII tenía ricos amigos fascistas en Inglaterra, Alemania y Francia. La policía a menudo se hacía de la vista gorda cuando los fascistas golpeaban a judíos. Los comunistas y sindicalistas—muchos de ellos judíos — encabezaban los ataques callejeros contra los fascistas.
Moseley decidió mostrar su fuerza marchando con 10,000 camisas negras uniformados y miles de simpatizantes directamente por el vecindario judío/irlandés. El Comisionado de la Policía Sir Phillip Game ordenó que sus policías “apoyasen la marcha”.
El 4 de Oct. fue un día soleado, y decenas de miles de policías fueron asignados para proteger a los fascistas. El liderato judío oficial aconsejó a los trabajadores que permaneciesen en sus casas y que no mostrasen agresividad contra los fascistas. Pero unos 500,000 del East End y otras partes de Londres vinieron a frenar a la marcha fascista. Actos masivos e individuales de heroísmo se vieron todo el día, y la batalla de ese día se unió a la lista de grandes batallas proletarias.
En Mile End (una calle de East End), una mujer marchó gritando “¡No pasarán!” y se dirigió hacia donde estaban los fascistas, para cuando llegó allí miles la seguían. En la calle Cable, multitudes gritando y cantando intentaron romper el muro de policía para llegar a los fascistas. La policía atacó usando sus macanas y la policía montada embistió contra la multitud. Los caballos se cayeron cuando niños les tiraron canicas a las patas y les ponían pimienta en sus narices. Mujeres tiraban excremento y orines desde las ventanas. Los nazis gritaban “vamos a barrer con los yids”, pero la gente respondía gritando “¡no pasarán!”
Las masas colocaron barricadas. Un camión fue volcado de lado para bloquear la calle. Viejos colchones, ladrillos y carretillas fueron tirados encima del camión. Un irlandés antifascista condujo su autobús de dos pisos para formar una barricada entre la policía y los antifascistas. El autobús luego también fue volcado de lado. Se colgaron banderas rojas en ventanas de casas. El ejército de fascistas exigió que la policía los escoltara a través de las masas.
En la calle Cable un muro masivo de gente se mantuvo firme y sólo dio pasos atrás para recoger ladrillos o botellas para lanzar contra los policías y fascistas. Fascistas, y policías mantenidos heridos eran sacados del área. Las fuerzas antifascistas eran tan agresivas que se creó un mito que la policía se había rendido ante la multitud. Un Joven electricista recién casado, quien fue golpeado en la cara por una macana policíaca, 30 años después seguía hablando con orgullo de lo ocurrido.
Una lluvia incesante de ladrillos, botellas y piedras azotaban y caían sobre los fascistas. Aunque 100 antifascistas fueron arrestados, la multitud seguía combatiendo y la policía no podía desbaratarla. Un manifestante se llenó de lagrimas al ver a judíos barbudos y muelleros irlandeses unidos para frenar a Moseley, gritando “¡nunca olvidaremos esto mientras vivamos!”.
A las 4:15 el Comisionado de la Policía canceló el derecho de marcha del BUF, pero ahora la policía tenía que salvar sus vidas ante la multitud. Rindieron la calle Cable e intentaron escapar por la esquina Gardener a dos cuadras de distancia donde podían salir del East End, pero los antifascistas los esperaban y gritaban “¡contra ellos¡”, y rompieron las filas policíacas, expulsando los fascistas del East End.
Esa noche una anciana preguntaba a un combatiente herido si había participado en la batalla. Temiendo su desaprobación, negó haber combatido, pero para su sorpresa y alegría, ella dijo:“Malditos sean los que no pelearon”. El creía que era una cita de una obra de Shakespeare.
Por días la gente celebró por todo Londres. Los fascistas siguieron intentando organizar, pero ahora las clases gobernantes no los apoyaban abiertamente— era obvio que los trabajadores no serían ganados tan fácilmente al fascismo y además empezaban a ver a Hitler como un rival imperialista. En diciembre, Eduardo VIII abdicó luego de sólo 10 meses como rey. Oficialmente se dijo que lo hizo para “estar con la mujer que amaba”, pero se sabía que fue obligado a renunciar debido a sus nexos abiertos con los fascistas.
De esta batalla podemos ver que la clase trabajadora nunca debe rendirse ante los líderes nacionalistas. Tanto los líderes judíos e irlandeses intentaron convencer a las masas que no combatiese los fascistas para no “causar más problemas”. Pero si los nazis no hubiesen sido enfrentados en la calle Cable, hubiesen sido aliados más fuertes de Hitler durante la II Guerra Mundial.
Los muchos años de organización consistente por antifascistas dirigidos por comunistas produjo el entendimiento y la fuerza de la clase trabajadora. Es por eso que hoy el PLP dirige la lucha contra los Minutemen racistas y advierte sobre el peligro de la ruta liberal hacia el fascismo. ¡Atreverse a luchar—atreverse a vencer!