Este verano participé en el proyecto de verano del PLP en México, y quiero relatar algunas de mis experiencias.
Me pareció que el partido en México es un grupo de compañeros acogedor y cálido. Son trabajadores de fábrica, amas de casa, profesores, profesionales y trabajadores desempleados de diferentes tipos. Todos ellos están unidos por la misma fuerza de gravedad que me llevó a México - el deseo de reemplazar al capitalismo con una sociedad que verdaderamente responde a las necesidades humanas.
Al igual que yo, nuestros compañeros en México tienen muchas debilidades. Por ejemplo, este primer proyecto internacional fue un poco desorganizado. Sin embargo, estas debilidades palidecen en comparación con sus enormes fortalezas. Una de ellas es  que están firmemente arraigados en la clase obrera. No son intelectuales de sillón o revolucionarios sábelo todo. Todos trabajan duro para sobrevivir la difícil y destructiva  vida bajo el capitalismo. Se han fortalecido enfrentando los ataques patronales contra la clase obrera, a las pandillas de drogas y a la violencia diaria del Estado, e incluso al intento repugnante por parte de algunos tránsfugas de dividir el partido.
Tuvimos decenas de reuniones y visitas con sus amables y generosos colegas y amigos. Llegamos a cada casa en busca de alguna persona en particular, generalmente a un trabajador de sexo masculino, que generalmente no se encontraba pero que sus familias nos recibieron y se involucraron en las conversaciones. A pesar del machismo que existe en México, cada trabajador SIEMPRE insistió en que su esposa y sus hijos se sentaran y se unieran a la conversación.
Una reunión en particular quedó grabada en mi mente. En la sala de una casa de un camarada, los voluntarios del proyecto de verano y un grupo de trabajadores de su fábrica estaban discutiendo las ideas comunistas y su disposición a ayudar al partido y distribuir desafío. Un joven trabajador relató cómo un compañero de trabajo resultó gravemente herido en un accidente industrial. (Me niego a llamarlo un “accidente”, ya que fue un resultado directo de la negligencia de los patrones chupadores de sangre y su desprecio por las personas que lo hacen los ricos) El joven trabajador habló con furia en sus ojos y no encontró nada mejor que matar a su patrón. Nuestro compañero - su colega de trabajo - con calma explicó cómo matar a un jefe no cambia nada. Lo que tenemos que hacer ahora es circular  Desafío en lugar de balas, y organizarnos para conseguir finalmente deshacernos de todos los patrones.
Ese momento mostró las posibilidades de nuestro partido en México. El odio de clase mostrado por este joven trabajador es una fuerza natural que necesitamos, la cual tenemos que abrazar y organizarnos con ella. Nuestros compañeros mexicanos poseen claramente el potencial de utilizar su odio de clase para el bien de las clases trabajadoras del mundo. Me siento fortalecido por ello, y dispuesto a llevarlo a mi actividad organizativa. .
Un lector viajero.